Y al entrar en la
casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo
sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Mt
2:11
La clásica y hermosa historia de los magos del oriente, quienes
se postraron, adoraron y abrieron sus tesoros para ofrecerles presentes al niño
rey, es una de las historias más hermosas de aquella primera navidad. De estas tres
acciones de los magos, hay una que sería bueno recordar en estas navidades. Dice
la historia que los magos se postraron y adoraron, pero también hicieron algo
que ocurre solo cuando la adoración al Señor es genuina. Ellos abrieron de sus
tesoros y ofrecieron presentes.
Normalmente en las navidades se comparten regalos como un
acto típico de la celebración. Sin embargo, sería bueno considerar si
verdaderamente nosotros le hemos ofrecido hoy a nuestro Rey y Señor, de los
tesoros de nuestra vida. Son muchos
nuestros tesoros, tiempo, talentos, cuidado y servicio a los demás, amor, posesiones,
tan solo por mencionar algunos. Estos, sin duda, son nuestros tesoros y los
cuidamos mucho; y a menudo los tenemos guardados sin entregárselos a nuestro
Rey. ¿Qué tal si en estas navidades consideramos abrir nuestros tesoros para el
Señor? ¿Estaríamos dispuestos a entregárselos al Señor sin reserva? Si lo hacemos, estaríamos demostrándole al
Señor que reconocemos que estamos agradecidos por su infinito amor y gracia para
con nosotros, lo cual sería una verdadera celebración navideña que perdure para
todo el año.
¡Quiera Dios que en estas navidades
recordemos la hermosa acción de abrir nuestros tesoros para entregarlos sin
reservas a nuestro Señor! ¡Pero, sobre todo, oremos para que la hermosa
historia de los magos del oriente sea una realidad en nuestras vidas!
¡Amen!
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