Dijo el enemigo: 'Perseguiré, tomaré prisioneros y repartiré el botín; mi alma se saciará de ellos; desenvainaré mi espada, y mi mano los desalojará.' Pero tú soplaste con tu aliento, y el mar los cubrió.
Exodos 15:9 -10
Satanás y sus huestes han proclamado palabras de destrucción hacia nosotros los hijos del Dios vivientes y nos persiguen constantemente. Desde temprano en la mañana, ya nos están acechando. Cuando vemos a nuestras esposas y esposos ya tratan de poseernos con sentimientos de guerra y no de amor y dulzura hacia el ser que Dios nos ha dado el privilegio de amar. Los jóvenes se levantan sin expresar amor y respeto hacia sus padres o hermanos y son victimas de un egoísmo que les persigue y no les deja vivir. Luego cuando llegamos a nuestros trabajos, allí está la persecución manifestada en el jefe o compañero de trabajo cuyas palabras negativas destruyen nuestro ánimo. Quizás una palabra grosera, una ofensa, o un chisme. Finalmente, al llegar el domingo, la persecución se acrecienta al desanimarnos aun en nuestra fe cuando hay hijos de Dios que no piensan dos veces antes de abrir su boca para expresar palabras chismosas e hirientes que no son las de un hijo o hija de Dios. ¿Qué hacer? Es una persecución constante.
Satanás y sus huestes también pretenden tomarnos como prisioneros y tomar el botín de las bendiciones que Dios nos ha dado y saciarse con ellas. Ellos pretenden desenvainar sus espadas malignas del chisme, la arrogancia, la envidia, las ofensas y el orgullo para desalojarnos de la vida triunfante diseñada para los nacidos de nuevo. El enemigo también trata por todos los medios de aprisionarnos en dudas, temores, deudas, emociones que nos quieren llevar a falsas doctrinas, sentimientos que nos engañen y traten de atarnos a una fe delirante que no está basada en el fundamento apostólico. ¡Pero no importa, en nuestro Dios hay promesas de triunfo!
Pero en medio de esta guerra sin cuartel declarada hacia nosotros, los seguidores del Carpintero de Nazaret, nos unimos al cántico de Moisés y el pueblo que le seguía con una declaración que nos anima a seguir luchando, Pero tú soplaste con tu aliento, y el mar los cubrió. !Aleluya y mil veces Aleluya! No importa cuán cruenta sea la guerra declarada. Nuestro enemigo ha dicho solo palabras. Sin embargo, nuestro Dios no declara palabras que desvanecen con la inestabilidad del tiempo. Nuestro Dios actúa. Es más, el sopla con su aliento divino y la victoria es segura. El sopla aliento de vida y el poder divino de Su Espíritu Santo nos levanta. El sopla y su aliento de poder cubre y destruye como mar la obra de Satanás, sus huestes demoníacas, y aun a aquellos que desean nuestro mal.
¡Creamos con fe en el cántico de Moisés la victoria es segura! -¡Amén!
Pastor Israel Cordovés, Jr.
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