1. Pastores
El uso de la partícula griega de (δε) antes de “pastores” y la ausencia del artículo antes de “maestros” indica que se trata de un tipo de tareas diferentes de las anteriores. Aparentemente se trataría de un solo oficio o ministerio, caracterizado por dos ministerios o tareas de servicio: el cuidado pastoral y la función de instrucción o enseñanza.
La palabra “pastor” (poimén, ποιμεν) aparece únicamente aquí como título. En su origen el vocablo se refiere al que cuida manadas o rebaños, y que los alimenta. Jesús se llamó a sí mismo “el buen pastor” (Jn. 10:11, 14). Pedro lo llama “pastor” (1 P. 2:25) y “el Príncipe de los pastores” (1 P. 5:4). El autor de la carta a los Hebreos lo llama “el gran pastor de las ovejas” (He. 13:20). El verbo se usa para designar el trabajo del ministro en Juan 21:16; Hechos 20:28 y 1 Pedro 5:2.
El pastor es el que aconseja, guía, advierte y cuida del redil, sin imponerse y con amor. Por ello mismo, el don pastoral no es exclusivo de los pastores ordenados. De hecho, la práctica de la ordenación no es muy clara a la luz del Nuevo Testamento, o por lo menos, no hay evidencia suficiente para la misma, tal como es entendida hoy día en la mayor parte de las iglesias evangélicas. La idea misma de un ministerio pastoral ordenado, tal como se ha desarrollado en la mayoría de las denominaciones evangélicas, parece ser extraña a la enseñanza del Nuevo Testamento. No obstante, como señala C. Peter Wagner: “El don de pastor es la habilidad especial que Dios da a ciertos miembros del Cuerpo de Cristo para asumir una responsabilidad personal de largo plazo por el bienestar espiritual de un grupo de creyentes.”104
La Biblia describe las responsabilidades de quien cumple con el ministerio pastoral en el Cuerpo de Cristo. Por un lado, se nos dice que el pastor es alguien que guía al rebaño (Is. 40:11). Además, se indica que el pastor es alguien que alimenta al rebaño (Jer. 3:15; Hch. 20:28; 1 P. 5:2). Y, finalmente, se presenta al pastor como alguien que protege al rebaño (Hch. 20:28–31). También la Biblia indica las cualidades que debe reunir quien aspira a servir como pastor en pasajes como 1 Timoteo 3:1–7.
Stanley M. Horton: “La palabra pastor aquí no es usada en el sentido moderno de la palabra (nuestros pastores están más cerca de lo que era el anciano-presbítero-obispo del Nuevo Testamento, el oficial administrativo de la iglesia local, quien debía ser también ‘apto para enseñar’; 1 Ti. 3:2). … La preocupación principal del pastor, de acuerdo con el término que aquí se emplea, no es dirigir los asuntos de la iglesia, sino impartir enseñanza. El buen alimento es, por supuesto, la Palabra de Dios.”105
A la luz del contexto en Efesios 4, la responsabilidad principal de quien recibe el don y tiene el ministerio de pastor es la de equipar a los creyentes para la obra del ministerio. A lo largo de los siglos se le han asignado al pastor muchísimas responsabilidades que lo han alejado de esta tarea fundamental. La identidad pastoral se ha dibujado con rasgos muy ajenos a la función básica de ser el entrenador principal de los creyentes para el cumplimiento de la misión. Una razón importante para la capacitación profesional del pastor es que use sus conocimientos para equipar y colocar al pueblo de Dios en el ministerio.
Elton Tueblood: “El ministerio es para todos los que son llamados para compartir en la vida de Cristo, pero el pastorado es para aquellos que poseen el don peculiar de poder ayudar a otros hombres y mujeres a practicar cualquier ministerio al cual son llamados.”106
Juan A. Mackay: “Otras religiones han tenido sus profetas y sus sacerdotes. Sólo el cristiano ha tenido pastores, apacentadores de almas, hombres llenos de ágape que se han entregado a la tarea de identificarse, estrechamente y llenos de simpatía, con las necesidades y problemas de los demás, en forma de prestar ayuda a los objetos de su solicitud.”107
2. Maestros
La palabra “maestro” describe otra función del pastor y designa un ministerio específico y reconocido dentro de la comunidad de fe (ver Hch. 13:1; 1 Co. 12:28; Ef. 4:11; y Stg. 3:1). No todo maestro tiene que ser pastor, pero la tarea de enseñar es parte del ministerio pastoral. Uno de los requisitos para ser pastor es que sea “capaz de enseñar” (1 Ti. 3:2), porque su trabajo consiste básicamente de “la predicación” y “la enseñanza” (1 Ti. 5:17).
Además de predicador y apóstol, Pablo consideraba que tenía también el don y ministerio de ser didáskalos (διδασκαλος), maestro. Escribiéndole a Timoteo, le dice que Dios lo nombró heraldo y apóstol del evangelio, y además “maestro de los gentiles” (1 Ti. 2:7). En 2 Ti. 1:11, Pablo sintetiza esta variedad de su ministerio.
La importancia del ministerio docente se ve por el lugar que éste ocupa en la lista de 1 Corintios 12:28 y en Efesios 4:11, 12. En el primer caso, didáskalos representa el tercer miembro de una tríada de oficios carismáticos. La función de ese ministerio era la explicación del pensamiento cristiano y la interpretación cristiana del Antiguo Testamento. De allí que su tarea esté muy relacionada con la de los profetas (Hch. 13:1). Jesús mismo dio gran importancia a este ministerio. En la Gran Comisión que dio a sus seguidores, Jesús establece la necesidad no sólo de proclamar el evangelio del reino, sino también de enseñarles a los nuevos discípulos todas las cosas que tienen que ver con el mismo (Mt. 28:19, 20).
El maestro es instructor, pero no es sólo alguien que transmite conocimientos intelectuales, sino alguien que edifica a la iglesia mediante la enseñanza. Ernesto Trenchard subraya que los maestros son los enseñadores de la iglesia, “que se dedican al estudio de las Escrituras en profundidad.”108 Las iglesias necesitan de maestros que asuman un ministerio didáctico, que alimente a los santos con una sólida predicación expositiva, y les provea de la riqueza que está en la Palabra. Esta de una de las necesidades más grandes en las iglesias cristianas hoy en toda América Latina. Lamentablemente, no todos los pastores y líderes están lo suficientemente preparados como para llenarla adecuadamente. Como señala acertadamente Billy Graham: “Una de las grandes necesidades de la iglesia en la hora actual es de más maestros de la Biblia. Pero también esto está en las soberanas manos de Dios.”109
Stanley M. Horton: “Vivimos en un mundo de cambios, en donde los nuevos problemas, los nuevos interrogantes, y las nuevas circunstancias hacen ciertamente necesaria la ayuda de un maestro que señale los principios de la Palabra y demuestre la forma en que éstos se relacionan con nuestro diario vivir. Esta sigue siendo la obra del maestro que está dotado por el Espíritu y dedicado a Cristo.”110
3. Pastor-maestro
Los ministerios de pastor y maestro van generalmente juntos, ya que el pastoreo incluye fundamentalmente la alimentación de la congregación con la Palabra, mientras que la enseñanza está orientada a la edificación de los creyentes. Pastores-maestros son un don que el Cristo resucitado concede a su iglesia para el ministerio de su edificación cualitativa. En relación con el rebaño, los pastores-maestros llevan a cabo varias tareas, que son propias de su llamamiento y servicio. (1) Alimentan a la grey (1 Co. 3:2; Jn. 10:9; Ez. 34:23). (2) Dirigen a la congregación, como líderes responsables (Jn. 10:3, 4; Sal. 23:3b). (3) Protegen a los hermanos, especialmente en términos morales y espirituales (Jn. 10:11–15; Hch. 20:28, 29; Sal. 23:4, 5). (4) Restauran a los creyentes, ejerciendo una disciplina positiva (Sal. 23:3; Ez. 34:4).[2]
Versículos Bíblicos sobre los Pastores: 1 Timoteo 5:17, 18; Hebreos 13:7a; Hebreos 13:17a; Filipenses 2:29; Hebreos 13:7b; Hebreos 13:17b; 1 Tesalonicenses 5:12, 13; Romanos 15:30; Hebreos 13:7c.
105 Horton, El Espíritu Santo, 204.
106 Elton Trueblood, La iglesia: un compañerismo incendiario (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1981), 36.
107 Juan A. Mackay, Prefacio a la teología cristiana (México: Casa Unida de Publicaciones, 1945, 1957), 162, 163.
108 Ernesto Trenchard, Estudio de doctrinas bíblicas (Madrid: Literatura Bíblica, 1976), 357.
109 Graham, El Espíritu Santo, 160.
110 Horton, El Espíritu Santo, 204.
[2] Deiros, P. A. (2008). Dones y ministerios (pp. 125–128). Publicaciones Proforme.
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