Cristo experimentó el punto más bajo de la desesperación y la agonía. Nosotros los humanos estamos desamparados al menos que Dios esté con nosotros. Cristo vivió la experiencia del desamparo por nuestros pecados. Teniendo el poder no hizo nada, simplemente prefirió sentir en la cruz el abandono del padre. ¡Esta experiencia es única! Jamás podremos entender ni experimentar tal condición de desamparo como nuestro amado Señor!
Quizás en este momento es donde podemos decir, cuando miramos al maestro predicar desde el pulpito del Calvario, su mensaje de gracia en el cual aprendemos que en el punto más bajo de nuestra desgracia se encuentra la gracia de Dios. Fue en ese momento de la cruz donde el hijo de Dios recibió el peso de todo el pecado y la condenación que nosotros los humanos merecíamos. Tal cosa no la podremos jamas comprender porque nosotros los humanos solo podemos expresar lo que hemos experimentado. Cristo experimentó el haber sido culpado por nuestros delitos y pecados. Nuestro amoroso maestro experimentó así la desgracia. Las tinieblas que vienen cuando Dios se aleja del pecador, lo cubrieron en su dolor. Fue en ese momento en que nosotros recibimos la gracia de la salvación.
El gritó fue, ¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has desamparado? ¡Jamás pensemos que Dios nos desamparará a nosotros! Nuestro Padre jamás hará semejante cosa con nosotros porque Cristo vivió la experiencia del desamparo del Padre para que nosotros viviéramos eternamente amparados.
Quizás en este momento es donde podemos decir, cuando miramos al maestro predicar desde el pulpito del Calvario, su mensaje de gracia en el cual aprendemos que en el punto más bajo de nuestra desgracia se encuentra la gracia de Dios. Fue en ese momento de la cruz donde el hijo de Dios recibió el peso de todo el pecado y la condenación que nosotros los humanos merecíamos. Tal cosa no la podremos jamas comprender porque nosotros los humanos solo podemos expresar lo que hemos experimentado. Cristo experimentó el haber sido culpado por nuestros delitos y pecados. Nuestro amoroso maestro experimentó así la desgracia. Las tinieblas que vienen cuando Dios se aleja del pecador, lo cubrieron en su dolor. Fue en ese momento en que nosotros recibimos la gracia de la salvación.
El gritó fue, ¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has desamparado? ¡Jamás pensemos que Dios nos desamparará a nosotros! Nuestro Padre jamás hará semejante cosa con nosotros porque Cristo vivió la experiencia del desamparo del Padre para que nosotros viviéramos eternamente amparados.
¡Amén!
Meditacion por el Pastor I.C
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